El catecumenado es una antigua práctica de la Iglesia, ofrecida a los conversos no bautizados, restaurada después del Concilio Vaticano II (cf. SC 64-66; CD 14; AG 14). Por tanto, tiene una explícita intención misionera y se estructura como un complejo orgánico y gradual con el fin de iniciar en la fe y en la vida cristiana. Precisamente por su carácter misionero, el catecumenado también puede inspirar la catequesis de aquellos que, aunque ya han recibido el don de la gracia bautismal, no disfrutan realmente de su riqueza. En este sentido se habla de inspiración catecumenal de la catequesis o de catecumenado post-bautismal o de catequesis de iniciación a la vida cristiana. Esta inspiración no olvida que los bautizados «ya han sido introducidos en la Iglesia y hechos hijos de Dios por el Bautismo. Por tanto, su conversión se funda en el Bautismo ya recibido, cuya virtud deben desarrollar después» (RICA, n. 295).
El Catecismo de la Iglesia Católica es el texto que, por su propia naturaleza, sirve de referencia para el catecismo local. Sin embargo, aunque están relacionados, son de un orden diverso. Los catecismos locales, que en su contenido se refieren al Catecismo de la Iglesia Católica, también contienen las demás dimensiones del proceso catequístico. Afrontan la problemática del contexto, se hacen cargo de la inculturación del mensaje en relación con los temas de catequesis y proponen sugerencias que ayudan a preparar itinerarios de catequesis. Por tanto, no son una mera síntesis del Catecismo de la Iglesia Católica.
Una catequesis urbana de inspiración catecumenal puede transformar la parroquia en comunidad de comunidades que, al hacer experimentar una verdadera cercanía fraterna, revela la maternidad de la Iglesia y ofrece un testimonio concreto de misericordia y ternura, que genera orientación y significado para la vida misma de la ciudad.
Se hace muy oportuna una iniciación cristiana articulada según el modelo formativo del catecumenado, pero con criterios, contenidos y metodologías adecuadas para los niños.
Debido a que la Iglesia no tiene un método propio para proclamar el Evangelio, es necesario un trabajo de discernimiento para examinar todo y adoptar lo que es bueno (Cf. 1 Tes 5, 21). En la catequesis, como se ha hecho varias veces en la historia, se pueden valorar caminos metodológicos más centrados en los hechos de la vida o más orientados al mensaje de la fe. Eso depende de las situaciones concretas de los sujetos de la catequesis. En uno y otro caso, es importante un principio de correlación que ponga en relación ambos aspectos.
El cristocentrismo es lo que caracteriza esencialmente al mensaje transmitido por la catequesis. Esto significa, que en el centro de la catequesis es la persona de Jesucristo vivo, presente y operante. El anuncio del Evangelio consiste en presentar a Cristo y todo lo demás en referencia a él.
Ante todo, la formación tiene como finalidad hacer que los catequistas tomen conciencia, como bautizados, para ser verdaderos discípulos misioneros, es decir, sujetos activos de la evangelización. Esto les permite sentirse capacitados por la Iglesia para comunicar el Evangelio, acompañar y educar en la fe.
Toda la comunidad cristiana es responsable del ministerio de la catequesis, pero cada uno según su condición particular en la Iglesia: ministros ordenados, personas consagradas, fieles laicos.
La catequesis, etapa privilegiada en el proceso de evangelización, se dirige generalmente a las personas que ya han recibido el primer anuncio y, en cuyo interior es capaz de promover los procesos de iniciación, crecimiento y maduración de la fe.
El anuncio cristiano comunica el plan divino, que es:
- un misterio de amor: los hombres, amados por Dios, están llamados a responderle, convirtiéndose en un signo de amor para sus hermanos;
- la revelación de la verdad íntima de Dios como Trinidad y de la vocación del hombre a la vida filial en Cristo, fuente de su dignidad;
- el ofrecimiento de la salvación a todos los pueblos por el Misterio pascual de Jesucristo, don de la gracia y de la misericordia de Dios, que implica la liberación del mal, el pecado y la muerte;
- la llamada definitiva a reunir a la humanidad dispersa en la Iglesia, realizando la comunión con Dios y la unión fraterna entre los hombres ya hoy, pero que se realizará plenamente al final de los tiempos.
En lo que se refiere a la catequesis, el romano pontífice ordinariamente actúa a través del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, que tiene la tarea de velar «sobre el relevante instrumento de evangelización que la catequesis representa para la Iglesia, así como la enseñanza catequética en sus diversas manifestaciones, de forma que se realice una acción pastoral más orgánica y eficaz. Este nuevo Pontificio Consejo podrá ofrecer a las Iglesias locales y a los obispos diocesanos un adecuado servicio en esta materia» (Benedicto XVI, carta apostólica Fides per doctrinam).
La catequesis «está llamada a llevar la fuerza del Evangelio al corazón de la cultura y de las culturas» (CT, n. 53), y tiene una gran responsabilidad en el proceso de inculturación de la fe.
En el aspecto más estrictamente religioso, existen muchos contextos locales en los que la Iglesia vive en un entorno ecuménico o multirreligioso, pero a menudo crecen entre los cristianos formas de indiferencia e insensibilidad religiosa, de relativismo o sincretismo en el contexto de una visión secularista que niega toda apertura a la trascendencia […] resulta evidente el profundo vínculo que debe existir entre la catequesis y la evangelización. La catequesis infunde una identidad clara y segura en los cristianos, y les capacita para, en diálogo con el mundo, dar razón de la esperanza cristiana con dulzura, respeto y recta conciencia (cf. 1 Pe 3, 15- 16).
«El anuncio, la transmisión y la vivencia del Evangelio se realizan en el seno de una Iglesia particular o diócesis» (DGC, n. 217).
La catequesis en la familia tiene la tarea de hacer que los protagonistas de la vida familiar, especialmente los esposos y padres, descubran el don que Dios les da a través del sacramento del matrimonio.
El contenido de la catequesis, al ser objeto de la fe, no puede estar indistintamente sometido a cualquier método, más bien exige este que refleje la naturaleza del mensaje evangélico con sus fuentes y que considere también las circunstancias concretas de la comunidad eclesial y de cada uno de los bautizados. Es importante tener presente que la finalidad educativa de la catequesis determina las opciones metodológicas.
La catequesis se inspira en los rasgos de la pedagogía divina […] es importante que estas características se evidencien:
- presentar la iniciativa del amor gratuito de Dios;
- resaltar el destino universal de la salvación;
- llamar a la conversión necesaria para la obediencia a la fe;
- asumir el principio de la gradualidad de la Revelación y la trascendencia de la Palabra de Dios, así como su inculturación en las diversas culturas;
- reconocer la centralidad de Jesucristo, Palabra de Dios hecha hombre, que hace que la catequesis sea pedagogía de la encarnación;
- valorar la experiencia comunitaria de la fe como específica del pueblo de Dios;
- elabora una pedagogía de signos; donde los gestos y las palabras se apoyen mutuamente;
- recordar que el inagotable amor de Dios es la razón última de todas las cosas.
La formación de los catequistas requiere especial atención porque la calidad de las propuestas pastorales está estrechamente ligada a las personas que las ponen en práctica. Ante la complejidad y las exigencias del tiempo en que vivimos, es deber de las Iglesias particulares dedicar energías y recursos adecuados a la formación de los catequistas.
En el conjunto de los ministerios y de los servicios con los que la Iglesia lleva a cabo su misión evangelizadora, el «ministerio de la catequesis» (CT, n. 13) ocupa un lugar significativo e indispensable para el crecimiento de la fe. Este ministerio introduce en la fe y, junto con el ministerio litúrgico, engendra a los hijos de Dios en el seno de la Iglesia. La vocación específica del catequista tiene, por tanto, su raíz en la vocación común del Pueblo de Dios, llamado a servir al plan salvífico de Dios en favor de la humanidad.
La catequesis es un acto de naturaleza eclesial, nacido del mandato misionero del Señor (cf. Mt 28, 19-20), cuyo objetivo, como su propio nombre indica, es hacer resonar continuamente en el corazón de cada hombre el anuncio de su Pascua, para que su vida sea transformada.
Todo lo que la Iglesia es y todo lo que la Iglesia hace encuentra su fundamento último en el hecho de que Dios, en su bondad y sabiduría, quiso revelar el misterio de su voluntad comunicándose a los hombres.
En la misión evangelizadora, la catequesis contribuye, según su propia naturaleza, a que la fe sea sostenida en su proceso de maduración y, en consecuencia, la existencia del discípulo de Cristo pueda traducirse en un estilo de vida propio.