Directorio para la catequesis, 149

La formación pedagógica del catequista tiende a que maduren en él ciertas actitudes, entre ellas:

  1. la libertad interior y la gratuidad, la dedicación y la coherencia para ser un testigo creíble de la fe;
  2. la competencia en comunicación y en la narración de la fe con tal habilidad que la Historia de la Salvación sea presentada de manera atrayente y que la persona se sienta implicada en ella;
  3. la madurez de una mentalidad educativa, que implica capacidad de construir relaciones maduras con las personas y habilidad para guiar las dinámicas de grupo, fomentando la interacción de procesos de aprendizaje tanto individuales como comunitarios;
  4. la gestión serena de las relaciones educativas ya sea por su calidad afectiva como por su empatía con el mundo interior del otro, haciendo posible la expresión de las emociones;
  5. la capacidad de programar un itinerario de fe que consiste en: considerar las circunstancias socioculturales, elaborar un plan de acción realista, utilizar con creatividad los lenguajes, técnicas e instrumentos; y evaluar.

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