Directorio para la catequesis, 149
La formación pedagógica del catequista tiende a que maduren en él ciertas actitudes, entre ellas:
- la libertad interior y la gratuidad, la dedicación y la coherencia para ser un testigo creíble de la fe;
- la competencia en comunicación y en la narración de la fe con tal habilidad que la Historia de la Salvación sea presentada de manera atrayente y que la persona se sienta implicada en ella;
- la madurez de una mentalidad educativa, que implica capacidad de construir relaciones maduras con las personas y habilidad para guiar las dinámicas de grupo, fomentando la interacción de procesos de aprendizaje tanto individuales como comunitarios;
- la gestión serena de las relaciones educativas ya sea por su calidad afectiva como por su empatía con el mundo interior del otro, haciendo posible la expresión de las emociones;
- la capacidad de programar un itinerario de fe que consiste en: considerar las circunstancias socioculturales, elaborar un plan de acción realista, utilizar con creatividad los lenguajes, técnicas e instrumentos; y evaluar.

