Según la Traditio Apostólica de San Hipólito de Roma, el escrito que contiene la más antigua y completa reglamentación del catecumenado (alrededor del 215 d.C.) por la Iglesia de Roma, el que había sido bautizado en la noche de Pascua, recibía la imposición de manos del Obispo mientras pronunciaba una oración. Luego, extendía el aceite de acción de gracias en su mano, y posando ésta sobre la cabeza del confirmando persignándolo y dándole el beso[1]. Justo después, participarán de la Eucaristía.
Queremos destacar la íntima unidad que constituyen los sacramentos de la Iniciación Cristiana, pues “ponen los fundamentos de la vida cristiana: los fieles, renacidos en el Bautismo, se fortalecen con la Confirmación, y son alimentados en la Eucaristía”[2].
Además, debemos insistir en que la confirmación, tal y como sigue planteada en la Iglesia española todavía hoy, no es el final de un camino. El mismo Papa Benedicto XVI lo afirmaba: “somos bautizados y confirmados en orden a la Eucaristía”[3]. De ahí la necesidad de re-comprender este sacramento como vital y necesario para la vida de todo cristiano.
Hay muchas preguntas abiertas: la colocación de este sacramento, si antes o después de recibir la Eucaristía; la mejor franja de edad para que se reciba la Confirmación. Son solo una muestra de las inquietudes por poner de relieve este sacramento y los efectos necesarios para que todo bautizado viva de la Eucaristía y testimonie el amor de Dios en medio del mundo.
De esta manera, queremos desde esta sección ofrecer recursos para la catequesis de Iniciación Cristiana para preadolescentes, adolescentes y jóvenes que se preparan para recibir la Confirmación, pero también para esos adultos que todavía no han completado su necesario proceso de iniciación.
[1] Cfr. Hipólito de Roma, La Tradición Apostólica, 21.
[2] Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, 251.
[3] Sacramentum Caritatis, 17.