El himno “Te Deum”

¿Qué es el “Te Deum”? ¿Y por qué lo rezamos de manera especial el 31 de diciembre?

Es el himno cristiano de acción de gracias por excelencia y viene cantado tradicionalmente la noche de San Silvestre para agradecer al Señor el año apenas terminado.

El himno se puede dividir en tres partes:

  • La primera parte, hasta el Paraclitum Spiritum, es una alabanza trinitaria dirigida al padre. Literariamente es muy parecida a una plegaria eucarística, conteniendo el triple Sanctus.
  • La segunda parte, desde Tu Rex glorieae hasta Aeterna fac cum sanctis tuis in gloria numerari, es una alabanza a Cristo Redentor.
  • La última parte, desde Salvum fac, es una continuación de súplicas y de versos tomados del libro de los salmos.

A veces viene cantado a coros alternos: presbítero o celebrante y el pueblo. Y, además, lo rezamos cada día festivo o de solemnidad.

Te invitamos ahora a cantar el Te Deum. Recuerda este año, da las gracias y valora todo lo vivido… para continuar con la ayuda del Señor.

A ti, oh Dios, te alabamos,

  a ti, Señor, te reconocemos.

A ti, eterno Padre,

  te venera toda la creación.

Los ángeles todos, los cielos

  y todas las potestades te honran.

Los querubines y serafines

  te cantan sin cesar:

Santo, Santo, Santo es el Señor,

  Dios del universo.

Los cielos y la tierra están llenos

  de la majestad de tu gloria.

A ti te ensalza el glorioso coro

  de los apóstoles,

la multitud admirable de los profetas,

el blanco ejército de los mártires.

A ti la Iglesia santa, extendida por

  toda la tierra, te proclama:

Padre de inmensa majestad,

Hijo único y verdadero,

  digno de adoración,

Espíritu Santo, Defensor.

 

Tú eres el Rey de la gloria, Cristo.

Tú eres el Hijo único del Padre.

Tú, para liberar al hombre,

  aceptaste la condición humana

sin desdeñar el seno de la Virgen.

Tú, rotas las cadenas de la muerte,

  abriste a los creyentes el reino del cielo.

Tú te sientas a la derecha de Dios

  en la gloria del Padre.

Creemos que un día has de venir

  como juez.

Te rogamos, pues, que vengas

  en ayuda de tus siervos,

a quienes redimiste

  con tu preciosa sangre.

Haz que en la gloria eterna

  nos asociemos a tus santos.

 

Salva a tu pueblo, Señor,

  y bendice tu heredad.

Sé su pastor y ensálzalo eternamente.

Día tras día te bendecimos

  y alabamos tu nombre para siempre,

por eternidad de eternidades.

Dígnate, Señor, en este día

  guardarnos del pecado.

Ten piedad de nosotros, Señor,

  ten piedad de nosotros.

Que tu misericordia, Señor, venga sobre

  nosotros, como lo esperamos de ti.

En ti, Señor, confié, no me veré

  defraudado para siempre.

Te Deum laudámus:

  te Dóminum confitémur.

Te ætérnum Patrem,

  omnis terra venerátur.

Tibi omnes ángeli, tibi cæli

  et univérsæ potestátes:

tibi chérubim et séraphim incessábili

  voce proclámant:

Sanctus, Sanctus, Sanctus Dóminus

  Deus Sábaoth.

Pleni sunt cæli et terra maiestátis

  gloriæ tuæ.

 

Te gloriósus Apostolórum chorus,

te prophetárum laudábilis númerus,

te mártyrum candidátus

  laudat exércitus.

Te per orbem terrárum sancta

  confitétur Ecclésia,

Patrem imménsæ maiestátis;

venerándum tuum verum

  et únicum Fílium;

Sanctum quoque Paráclitum Spíritum.

 

Tu rex gloriæ, Christe.

Tu Patris sempitérnus es Fílius.

Tu, ad liberándum susceptúrus

  hóminem, non horruísti

  Vírginis úterum.

Tu, devícto mortis acúleo, aperuísti

  credéntibus regna cælórum.

Tu ad déxteram Dei sedes,

  in gloria Patris.

Iudex créderis esse ventúrus.

Te ergo quǽsumus, tuis fámulis súbveni,

  quos pretióso sánguine redemísti.

æterna fac cum sanctis tuis

  in gloria numerári.

 

Lo que sigue puede omitirse:

Salvum fac pópulum tuum, Dómine,

  et bénedic hereditáti tuæ.

Et rege eos, et extólle illos usque

  in ætérnum.

Per síngulos dies benedícimus te;

et laudámus nomen tuum in sǽculum,

  et in sǽculum sǽculi.

Dignáre, Dómine, die isto sine peccáto

  nos custodíre.

Miserére nostri, Dómine,

  miserére nostri.

Fiat misericórdia tua,

  Dómine, super nos,

  quemádmodum sperávimus in te.

In te, Dómine, sperávi: non confúndar

  in ætérnum.

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